Hace veinte años, me sumergí en el mundo del fitness con una dedicación casi exclusiva. Pero, todo cambió cuando nació mi hijo. De repente, me vi en una nueva realidad donde el tiempo se convirtió en un bien escaso y mis prioridades habían cambiado completamente.

De tener días llenos de entrenamientos y actividades colectivas en el gimnasio, pasé a estar en casa, atendiendo a las necesidades de mi pequeño. Sin embargo, no me dejé vencer por las circunstancias. Con determinación y creatividad, me adapté a mi nueva vida para disfrutar esta etapa.

Fue entonces cuando descubrí los entrenamientos de alta intensidad y por intervalos, los famosos HIITs. Decidí que, si el tiempo era escaso, tenía que aprovecharlo al máximo. Así que comencé a levantarme temprano cada mañana y a dedicar entre 12 y 20 minutos al día a mi entrenamiento. Cuando mi hijo cumplió cuatro meses, me sorprendí al descubrir que tenía los abdominales marcados como nunca antes. Me sentía mucho más ágil, más fuerte y más funcional.

Aquellos 12 a 20 minutos diarios habían dado resultados sorprendentes. Fue entonces cuando me di cuenta del potencial de este tipo de entrenamiento: eficiente y efectivo.